HERMANN BELLINGHAUSEN

La Jornada, Opinión

Lunes 16 de noviembre de 2015

Tres mil botellas de champán se descorcharon el pasado 6 de noviembre con cargo a Alberto Bailleres González, sin contar las de otros drinks que se hayan servido a lo largo de la noche para los ocho mil invitados que llenaron las suntuosas instalaciones de su nuevo almacén. Este es el Palacio de los Palacios para la Ciudad de los Palacios, celebraba exultante su calidad de vida Juan Pablo Bailleres. Y es que sí, cuánta satisfacción debe tener acumulada esta gente. Siempre van de ganones, pero llega un momento en que su éxito se vuelve tan oceánico que corta la respiración. El magnate es uno de nuestros principales dueños; es decir, del país y lo que éste contiene. No el único, pero pocos como él. Encabeza el grupo Peñoles, que por décadas ha sacado la plata, y más todavía tras las reformas que abrieron al mercado nuestro suelo. Según el sindicato minero, quien es su patrón domina 2 millones de hectáreas en 21 estados de la República. Pero no es sólo de oro ni plata la tajada que se saca Bailleres a costa de una de las naciones más abismalmente desiguales del mundo. Como codueño de Femsa, lo es de Coca Cola. Como heredero del Instituto Tecnológico Autónomo de México, es dueño del ITAM, la reaccionaria escuela económica donde se formaron los actuales gobernantes y administradores del gobierno, y muchos de los banqueros y empresarios picudos. Plan con maña. Su escuela de cuadros. Bailleres debe ser considerado autor intelectual de la desgracia nacional; lleva largo tiempo conspirando para quitarnos el país y repartirlo entre sus socios.

También se le atribuye ser autor intelectual de la frase Soy totalmente Palacio. Todo un intelectual, pues. Como señaló el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, al sujeto distinguido por el Senado de la República de manera vergonzosa sólo se le conoce por su éxito en amasar una voluminosa fortuna personal. Forbes le atribuye alrededor de 9 mil millones de dólares. El núcleo de su emporio, el autodenominado Grupo Bal, incluye al Palacio de Hierro, la aseguradora Grupo Nacional Provincial y un gigante bursátil. Ahora, faltaba más, debuta como empresario petrolero, algo que existía en Arabia Saudita y Kuwait, pero no en México. En resumen, si algo encarna el barón de Silao es al beneficiario directo de las reformas que desfondaron la propiedad social y la soberanía económica del país en los años recientes. ¿Qué reforma no le favorece? ¿La energética? ¿La minera? ¿La educativa? ¿La financiera? Son un retrato hablado de Alberto Bailleres.

Las universidades privadas más poderosas, las que entrenan a los hijos de los poderosos y a los futuros poderosos, son privadas porque tienen dueño. Ocurre con el Tec de Monterrey, la Anáhuac, y destacadamente el ITAM, alma máter del gabinete federal desde el salinismo. Egresados suyos definen las políticas económicas, la rastrera inserción del país al mercado global capitalista, la demolición del Estado social y de los frutos de la Revolución, la destrucción física de los suelos, los aires, las aguas.

Debe ser difícil lograr tanto en la vida. Se entiende que necesite del abuso laboral a gran escala, si no cómo. Los trabajadores mineros han dicho por años que los centros de trabajo de Peñoles son campos de concentración. Suerte suya que no sólo el gobierno está de su lado. También las policías, las fuerzas armadas y el Congreso, que lo acaba de condecorar con la medalla Belisario Domínguez que cada año cae más bajo. Digamos que se la otorgaron por sus pistolas el PRI y el PAN (tanto pupilo del ITAM no es en vano) del mismo modo que unas semanas atrás le quisieron reducir a la mitad el impuesto a sus tóxicas bebidas edulcoradas (esa adicción nacional); allí sí se empantanaron los obsequiosos legisladores, pues la propia retórica oficial del momento proclama que la obesidad, la diabetes y la desnutrición son auténticos problemas nacionales.

De qué se puede quejar Bailleres. Están justificadísimas las tres mil botellas de champán que corrieron por los cuatro pisos de su Palacio décimo segundo, seis mil metros cuadrados en donde 500 firmas de lujo ofertan sus productos a una clientela abundante con lana de sobra para navegar esas aguas chic. Un mundo del revés, inaccesible e inimaginable para 80 o más millones de mexicanos y mexicanas sobre cuyos lomos se han amasado esas riquezas. Con la sangre de los que salen sobrando.

Volviendo a Peñoles, la empresa clave del triunfador sujeto: su prospección ha sido, con la del Grupo México de sus colegas Larrea, punta de lanza para la inmisericorde invasión de las trasnacionales mineras de Canadá, China, Estados Unidos. Abrió brecha para destruir a estados como Guerrero (la mina de oro de Carrizalito, ese cementerio, es un ejemplo entre muchos) y poner en riesgo a Wirikuta. Poco importa que a la postre determinada concesión minera se la lleven otros. La profundidad de la huella de Bailleres es incalculable en la creación del México que tenemos.

(http://www.jornada.unam.mx/2015/11/16/opinion/a10a1cul)