Nuevo pacto en educación
Hugo Aboites*

     Es cierto que el dictamen recién aprobado en comisiones de la Cámara de Diputados plantea desaparecer la reforma impulsada por Peña Nieto y aprobada en 2012 por el PRI, PAN, PRD. Los que entonces la aprobaron ahora la desechan. Porque ya no les sirve. En 2012-2013 el apresuramiento por imponer de golpe un proyecto educativo como el de Mexicanos Primero, la OCDE, organizaciones empresariales, llevó a tales extremos y aberraciones –como dejar fuera del 123 a los maestros, crear un INEE como fortaleza autoritaria y una evaluación punitiva– que se generó una movilización nacional y se puso en peligro el proyecto mismo. Hicieron el cálculo –correcto– de que su reforma se toparía con un magisterio renuente, pero cuando surgió la resistencia no supieron ceder para preservar lo más valioso y, se concentraron en defender estrategias e instrumentos ya claramente inservibles (como evaluaciones punitivas) y, peor aún, optaron por militarizar y reprimir sanguinariamente. Esos errores y la movilización magisterial propinaron un golpe mortal a instrumentos y al proyecto mismo.

     Hoy, sin embargo, en las comisiones de la Cámara de Diputados el viejo Pacto por México se ha reagrupado y con la aprobación de su iniciativa ha conseguido una importante victoria real y simbólica. Pudo hacerlo porque a pesar de un contexto de avance popular que ganó la Presidencia y la enorme mayoría en el Congreso, Morena le abrió un amplio espacio de maniobra a los partidos derrotados. Convencido el Presidente –como sigue estando– de que devolver al magisterio la protección plena del artículo 123 constitucional significaría necesariamente continuar con el comercio de plazas, asumió que, en lugar de sólo responder a la demanda magisterial de abrogación total de la reforma, a la abrogación había que añadir una reforma buena que mantuviera excluidos a los maestros del 123, buscara la excelencia, remplazara al INEE con un centro para la mejora continua de la educación, creara una ley y ofreciera atracciones tales como derecho pleno a la educación, gratuidad, equidad, igualdad (iniciativa del 12/12/2019). Esto sólo sirvió para abrir la puerta para que mediante una serie de sucesivos agregados y modificaciones en las comisiones, el antiguo pacto transformara la iniciativa en una propuesta que diera un renovado impulso al proyecto de 2012 de transformación empresarial-conservadora de la educación mexicana. Es cierto, como decía una diputada de Morena, que para endulzar el texto tiene cosas muy bellas pero la sustancia fundamental es empresarial y conservadora. Y este es el proyecto que la SEP y el Presidente ahora defienden como propio frente a las incipientes críticas y protestas de académicos y maestros.

     Por lo anterior, es aleccionadora la discusión para la aprobación del dictamen. Una diputada priísta reitera que el PRI votará por la propuesta porque significativamente rescata el corazón del proyecto del presidente Enrique Peña Nieto, y mientras un diputado de Morena defendía la necesidad de incluir el 123 en el texto para proteger a los maestros, una beligerante diputada de Morena anuncia que votará por la reforma porque hay que acabar con el sindicalismo. Es posible entonces que, para impulsar en el pleno la reforma, el PRI, PAN, PRD, MC no contarán con el PT, pero sí con numerosos y ordenados votos de Morena. Si así ocurre, en la educación se habrá creado en los hechos un nuevo pacto de partidos, incluyendo ahora a Morena. Podrá pensar que ha ganado mayor estabilidad para su gobierno, pero en realidad se habrá debilitado frente a una derecha insaciable.

     Si en el Congreso pasa la reforma, luego en el Senado ocurriría que al elegir los integrantes de la Junta Directiva, Consejo Técnico de Educación y, luego, del Consejo Ciudadano de este órgano autónomo, el PRI, PAN, PRD se inclinarán –como en 2013– por candidatas/os asociados a núcleos empresariales, o conservadores. Algunos de Morena tal vez busquen alternativas, pero de nuevo la debilidad política en que se han colocado los mostrará rehenes de la necesidad de dos tercios.

     Con sus amplias facultades y así integrado, este nuevo órgano autónomo puede fácilmente dominar a la SEP (y a los maestros/as) en una tupida red de lineamientos, indicadores, criterios, propuestas de coordinación, y con eso ejercer plenamente ellos y no una representación popular, la conducción de la educación mexicana. Si algún secretario se resistiera a recomendaciones del órgano autónomo, habría que recordar el conflicto INEE-Chuayffet, 2015. Así, el fortalecido pacto que tendrá la SEP y operadores e instrumentos eficaces para manejar la educación mexicana. Pero otra vez será la reforma de un pacto entre partidos, no con los maestros. Estos quedarán excluidos del 123 constitucional y otra vez a merced de leyes y reglamentos hostiles. Es una reforma que difícilmente contará con los maestros, pero sí con la resistencia. Será un largo sexenio.

*UAM-X

Nuevo pacto en educación, Hugo Aboites*