GUSTAVO ESTEVA

La Jornada, Opinión

Lunes 9 de noviembre de 2015

La puntualidad no es una virtud de aspecto muy revolucionario. Al contrario: se le asocia con la ley y el orden, con los de arriba. Pero viene también de abajo.

En la sociedad moderna aprendemos la esclavitud del reloj desde muy temprano. La escuela nos prepara para el control de nuestra vida en el trabajo, para poner cada uno de nuestros minutos al servicio del capital. Y se extiende cada día la forma horaria de la dominación, que un aliento revolucionario debería destruir.

Pero hay también otra clase de puntualidad. Quienes cursaron el segundo nivel de la escuelita zapatista habrán aprendido lo que significa la puntualidad que se construye abajo, entre compañeros, la que los zapatistas aprendieron hace 30 años. Escucharon que se convierte a veces en asunto de supervivencia y que es un elemento indispensable en la organización.

La puntualidad entre compañeros y compañeras es ante todo una señal de respeto a los demás. Pero es también, sobre todo, la expresión de una voluntad conjunta que se construye colectivamente y se expresa en el tiempo, en los tiempos, junto con la responsabilidad que es otro pilar de la organización.

La puntualidad de hoy significa algo más. Tenemos que concertarnos para enfrentar la tormenta, para unirnos ante el despojo y la agresión, para ejercer continuamente solidaridad y para caminar mano con mano. Hemos de estar a tiempo en la lucha y el cambio.

En ese contexto, con semejante perspectiva, empieza este jueves 12, en Cuernavaca, una serie de actividades de la iniciativa Tejiendo voces por la casa común. Desde que un pequeño grupo de personas, colectivos y movimientos la concibió hace más de un año se reveló como un empeño de concertar armonía entre los diferentes que somos, de explorar juntos las vetas del diálogo. El programa está en tejiendovoces.com.mx

Para dialogar –decía Machado– escuchar primero; después, escuchar. Es hora de escuchar. No se trata sólo de oírnos, sino de estar dispuesto a ser transformado por el otro, por la otra. No es hora de dogmatismos, fundamentalismos, vanguardias o verdades únicas. Es tiempo de abrirse a todas nuestras diferencias y mentalidades para identificar convergencias y aprender juntos que tenemos una casa común y que sólo juntos podremos detener a quienes la destruyen, nos desgarran y separan, y ponernos a reconstruirla.

La propuesta zapatista de construir un mundo en que quepan todos los mundos tuvo acogida unánime cuando se presentó hace ya 20 años. Pero hay razones de peso de que no se haya hecho mayor cosa desde entonces. Si uno toma en serio la idea se comprueba pronto que necesitamos reconstruir por completo todas nuestras instituciones, todas las normas de convivencia, las políticas igual que las prácticas y los comportamientos. Estamos atrapados en sociedades y formas de actuar que han sido concebidas y configuradas desde la imposición de una cultura sobre todas las demás… y de una cultura que no es la nuestra, que se importó para imponerla sobre todos y todas.

Esa forma de colonización penetró profundamente y existen ya muchos mexicanos y mexicanas moldeados en esa cultura dominante. La entienden como propia. Defienden todo lo que implica. En la guerra actual, a la que se nos ha sometido, se asocian con el enemigo o colaboran con él.

Recobrar lo propio significa ante todo reconocernos en nuestra diversidad, saber que somos diferentes y que estas diferencias no se refieren sólo a las distancias culturales que existen entre los pueblos indios y los demás. Hay también hondas diferencias dentro de cada pueblo indio y en las distintas capas y sectores de la sociedad mestiza.

En vez de seguir tratando de anular esas diferencias en un proyecto que nos homogeneíza en la explotación y el desprecio, se trata de celebrarlas, afirmarnos en ellas y encontrar las formas de que pueden coexistir en ¬armonía.

Las actividades que tendrán lugar en Cuernavaca, Guadalajara, Oaxaca y Puebla del 12 al 17 de noviembre, y que culminarán en la ciudad de México del 18 al 20, estarán formadas por conversatorios entre organizaciones en lucha de diversas partes del país; colectivos y movimientos diversos, y un grupo destacado de intelectuales dedicado al pensamiento crítico. Tenderá a prevalecer un aliento anticapitalista y antipatriarcal; algunas participantes sostienen que el capitalismo es sólo la forma moderna del patriarcado. Como demuestra la experiencia, no hay en ese régimen posibilidad de convivencia armónica. Para detener el horror actual, cuando ese régimen ha llevado a extremos sin precedente la violencia contra la naturaleza y el tejido social, la iniciativa se dedica a tejer voces diferentes dispuestas a unirse en esta lucha para construir la casa común.

Es una invitación a cumplir la cita que tenemos con la historia. Ha llegado la hora. Como decía bien León Felipe, no es lo que importa llegar antes y primero, sino todos y a tiempo. Y sí, sólo de eso se trata.

(http://www.jornada.unam.mx/2015/11/09/opinion/030a2pol)