AÍDA HERNÁNDEZ CASTILLO

La Jornada, Opinión

Lunes 24 de agosto de 2015

 

En los últimos dos años el nombre de Nestora Salgado se ha convertido en símbolo de resistencia para muchas mujeres que luchan en distintos espacios contra la violencia patriarcal y para las comunidades indígenas que reivindican sus sistemas de seguridad y justicia. La comandanta de la policía comunitaria de Olinalá, estado de Guerrero, lleva ya dos años presa acusada de privación ilegal de la libertad, con tres procesos legales llenos de irregularidades y contradicciones. Las personas que la acusan no se han presentado a los careos, y el proceso sigue alargándose, acumulándose nuevos cargos, donde los presuntos acusadores ni siquiera mencionan el nombre de Nestora en sus declaraciones.

Nestora es considerada presa política y su liberación está siendo demandada por los integrantes del Consejo Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), sistema de justicia indígena del que era integrante y por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales. En el marco de la elaboración de un peritaje cultural para la defensa de Nestora he podido acercarme a esta mujer extraordinaria y entender un poco más las razones por las que sus acciones encontraron una respuesta tan violenta por parte de los poderes locales y sus cómplices regionales y nacionales.

¿Pero quién es esta mujer que logró ser elegida comandanta en una región donde el machismo y la violencia patriarcal habían excluido a las mujeres de los espacios de poder local? ¿Quién es esta comandanta que se atrevió a denunciar el vínculo entre las autoridades locales y el crimen organizado, y a presentar pruebas de la existencia de una red de prostitución infantil y tráfico de mujeres, y que pagó con su libertad este atrevimiento?

Nestora Salgado García nació en el rancho de Palito Redondo, en el municipio de Olinalá. Hija de don Fernando Salgado, hombre de conocimiento, médico tradicional reconocido en toda la región y de doña Aurora García de Salgado, mujer trilingüe hablante de me’phaa, náhuatl y español, quien murió cuando Nestora tenía solo 13 años. Desde pequeña Nestora fue testigo de las arbitrariedades del Ejército que varias veces irrumpió en su casa sin órdenes de cateo, por la sospecha de que la gente que llegaba a consultar a don Fernando pudiera estar organizando alguna célula guerrillera. Eran los tiempos de la guerrilla de Lucio Cabañas y todos los indígenas y campesinos de la región eran considerados subversivos en potencia. La casa de sus padres, como su propia casa décadas más tarde, era un espacio de encuentro, donde no sólo se daban consultas médicas, sino apoyo solidario a quienes tenían problemas. Estos fueron los valores de solidaridad que Nestora heredó de sus padres.

Cómo muchas mujeres de la región, Nestora se casó muy joven y a los 15 ya era madre de la primera de sus tres hijas. Años más tarde emigró a Estados Unidos en busca de una mejor vida. Como migrante indocumentada sufrió, entre otras vulnerabilidades, la violencia doméstica. Fue esta experiencia lo que propició que se acercara a grupos de autoayuda, donde empezó a reflexionar sobre la violencia patriarcal y comenzó a apoyar a otras migrantes que sufrían los mismos problemas. Las leyes progresistas de la ciudad de Seattle que protegen a las mujeres víctimas de violencia le otorgaron la nacionalidad estadunidense, lo que le permitió regresar a México después de 13 años de ausencia.

A su regreso se encontró con otro tipo de violencia patriarcal: la brutalidad del crimen organizado que tenía sitiada Olinalá, cobrando derecho de piso, actuando con total libertad, asesinando y secuestrando a quienes se negaban acceder a sus demandas. Su experiencia apoyando a mujeres víctimas de violencia, su compromiso comunitario y su valor para denunciar la corrupción, contribuyeron a formar su liderazgo y a que fuera elegida como comandanta de la policía comunitaria cuando los habitantes de Olinalá decidieron organizarse para poner un alto a la violencia y la impunidad.

Nestora y la policía comunitaria de Olinalá se integraron al sistema de justicia indígena de la CRAC, reconocido por la Ley 701 del estado de Guerrero, por el artículo segundo constitucional y por el Convenio 169 de la OIT. Fueron incluso reconocidos por el gobierno del estado que les dio equipo de comunicación y transporte. Sin embargo, cuando Nestora y la policía comunitaria de Olinalá no se limitaron a resolver problemas locales menores, sino que empezaron a enfrentar a las redes del crimen organizado coludidas con el gobierno municipal, su accionar se declaró ilegal. Recabando testimonios entre los integrantes de la CRAC de Olinalá e incluso entre quienes pasaron por el sistema de reeducación, resulta evidente que su condición de género ha influido en la virulencia con que se ha criminalizado su liderazgo al frente de la comunitaria. Que una mujer se atreviera a denunciar la corrupción del narcoestado y no aceptara venderse a ningún precio fue tomado como una afrenta personal por quienes detentan el poder local. ¿Quién está realmente detrás de la detención de Nestora Salgado? ¿Qué intereses estaba afectando que influyeron en su detención arbitraria?

No existen razones legales para que continúe presa; si su detención tiene motivaciones políticas, la presión política de los distintos sectores de la sociedad mexicana resulta fundamental para su liberación. Defender a Nestora es defender la legitimidad de la justicia indígena y reivindicar la importancia de la lucha contra la violencia patriarcal en todas sus manifestaciones. (http://www.jornada.unam.mx/2015/08/24/politica/022a2pol)